Esta que hoy escribe no es la community manager de Hogares con Estilo. Esta que escribe hoy es Isabel, con el corazón encogido por las imágenes que vemos en televisión por todo lo ocurrido en la isla de La Palma.
Veo, vemos, imágenes que me hacen reflexionar profundamente sobre lo esencial del ser humano, lo fundamental de nuestras vidas. ¿Qué es eso que hace que yo sea Isabel Amo o la nieta de María Camino? ¿La hija de Marina y de Miguel? o, ¿la mamá de Carlos, Miguelete y Mario?
Veo maravillada la explosión del volcán, como esparce su furia a ritmo lento pero constante, como la naturaleza busca el mar para descansar, morir. Pero veo con absoluta y profunda tristeza cómo hay personas que en minutos pierden su vida entera, pierden donde hasta hace unas horas vivían, casas tan antiguas que no tienen ni escrituras, el lugar donde nacieron sus antepasados, su forma de vida y donde se han dejado la piel trabajando, las plantaciones de plataneras que no cubre seguro…
Gente que por perder ha perdido hasta el punto de referencia sobre dónde estaba su casa, porque la lava se lo ha llevado todo.
Todo esto que parecía tan lejano y que sólo los viejos que vivieron el volcán del 49 recordaban, ha ocurrido.
¿Y tú? Si tuvieras sólo unos minutos para recuperar o conservar algo de tu vida, ¿qué guardarías?
Habla una que, creo, ha aprendido qué es lo esencial. Que lo esencial es la risa de los hijos, que tengan la barriga llena, que estén limpios, que todos durmamos sanos y en casa, si me apuras, que estemos al corriente de pago con todas las deudas o que no las haya directamente. Que podamos levantar el teléfono y llamar a las personas que queremos, que nuestra madre aún pueda hacernos una tortilla de patatas para la cena o que tu padre aún tenga cosas que enseñarle a tus hijos.
Sin embargo, esta misma que habla tiene un apego brutal por determinados objetos, la mayoría sin valor, que pertenecieron a gente a la que quiero mucho. Un peine de mi abuelo, el pintalabios de mi abuela y sus sábanas de novia, humildes pero primorosamente bordadas, que me dejó para que sólo yo pudiera tener, el primer dibujo que me hizo Carlos, la pinza del cordón de Miguelete, el peluche de Mario, mi álbum de boda, el cacharrito para hacer buñuelos que mi madre me regaló o el zurrón y la canana que mi padre me dio y que eran de mi abuelo. ¿Qué echas en esa furgoneta que espera en la puerta y que sabes que en dos minutos se irá?
En esta empresa, en esta casa creemos firmemente en el alma que guardan los objetos, como ya contamos sobre nuestros cabeceros. Que son sólo objetos, pero que son lo que nos conectan con nuestros abuelos, con lo que fuimos. Son un puente hacia la niñez feliz que un día tuvimos. Hoy más que nunca entendemos a la gente de Tazacorte, de El Paraíso, de Los LLanos de Aridane y con ellos tenemos el corazón.
Les mandamos un abrazo, como siempre decimos, de esos de madre, fuerte y apretao, porque las palabras, los ánimos y cualquier cosa por el estilo, se quedan cortos y pobres después de todo lo que están sufriendo.
Consumamos Canarias.
Volvamos a Canarias.
Ayudemos a Canarias.